Y
finalmente lo encontró. Sin saber que lo estaba buscando. Es más,
todavía hoy, tanto tiempo después, no se sabe si Él encontró ese
cúmulo de hojas o si el cúmulo de hojas lo encontró a Él.
Hacía poco tiempo
se había mudado a esa casa, con todo lo que implica. Era empezar de
nuevo. O casi. Dejar, abandonar, soltar. Iniciar, comenzar, intentar.
Y decidió, antes de invadir lo nuevo con lo viejo, buscar con qué
lo viejo recibía la novedad.
Recorrió todos los
rincones de la casa, una vez más. Levantaba la alfombra, espiaba
detrás de los muebles, abría armarios y cajones… Y finalmente lo
encontró. Frente a sus ojos había un cúmulo de hojas amarillentas,
con ese hermoso aroma a libro antiguo. De inmediato se puso a hojear
esos manuscritos con un cariño reverencial.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario