La
vida es espera. El encontrar, o no, lo que se busca da sentido a la
búsqueda. El que llegue, o no, lo esperado da sentido a la espera.
El futuro resignifica el pasado. Si llega lo esperado fue una espera
fructífera; si no llega es una decepción.
Todavía hoy, tanto
tiempo después, no se sabe si Él encontró ese cúmulo de hojas o
si el cúmulo de hojas lo encontró a Él. Pero lo que sí podemos
decir es que hoy Él es, también, ese cúmulo de hojas que (lo)
encontró.
Él es, también,
Joan Wilhelm Bøkgaard. Tanto como Bøkgaard es Markieff o Giantino.
Y tanto como Bøkgaard es Markieff y Giantino.
Esos papeles que
encontró al mudarse a su nueva casa, esas hojas firmadas por autores
desconocidos por él, esos textos escritos por esos otros que él no
había sido hasta ese momento, dieron lugar, habilitaron el
surgimiento de alguien, de un Alguien: J. W. Bøkgaard.
Él leyó esos
cuentos, ensayos, garabatos. Los compiló. Seleccionó algunos.
Descartó otros. Modificó. Corrigió. Cambió. Borró. Tachó.
Agregó. Alteró. Incorporó. Creó. Todo eso hizo con ese cúmulo de
hojas. Y más.
El futuro
resignifica el pasado. La vida es espera. La vida es búsqueda. La
vida es relato. Somos y no somos. Somos una Crónica. Somos un género
literario, una recopilación. Somos narrador y testigo presencial a
la vez. Somos la sombra reflejada en el espejo. Somos un relato
inacabado en busca de sentido, (re)leyéndonos, (re)escribiéndonos.
Crónicas de J.
W. Bøkgaard
intenta ser, a sabiendas de la imposibilidad de tal aventura, el fiel
reflejo de ese camino.